Muchas generaciones antes de que los dioses crearan la tierra, existía ya el mundo llamado Muspel, situado al sur del enorme vacío primordial: Ginnungagap. Llamas abrasadoras arden en Muspel e impiden el acceso a aquellos que no son de allí. El guardián de aquellas tierras, llamado Surt, posee una espada de fuego y, cuando llegue el fin de los tiempos, atacará y dará muerte a todos los dioses y abrasará el mundo de los hombres con sus llamas. Cuando Surt blanda su resplandeciente espada, el cielo se partirá en dos, los riscos entrechocarán, las brujas rebullirán y todos descenderán al mismo infierno, el reino de Hel.
Mientras el fuego ardía en el mundo de Muspel, al norte del vacío apareció al norte Niflheim, el mundo del frío y de la niebla. En su centro se encuentra la fuente Hvergelmir, origen de los ríos Svol, Gunntra, Fiorm, Fimbultul, Slid y Hrid, Sylg e Ylg, Leipt y Giol, el más cercano a las verjas del infierno. Antes de que aparecieran los hombres y se multiplicara el género humano, los ríos Elivagar se congelaron, y el vaho que su ponzoñosas aguas emanaba se heló en escarcha y cubrió el vacío.
Hielo y escarcha, azotados por los vientos y cubiertos por la niebla, ocuparon el extremo norte del Ginnungagap, mientras que su extremo meridional se mantuvo caliente por las chispas y el calor que irradiaba Muspel. El centro del vacío permaneció calmo como un aire sin vientos. Sin embargo, el soplo cálido del sur llegó a derretir la escarcha venenosa del norte, que comenzó a gotear, y de las gotas que cayeron surgió vida, impulsada ésta por la fuerza que les dio el calor. De ellas nació el gigante Ymir, el primero de todos los maléficos gigantes de la escarcha.
Ymir se alimenta de la leche de la vaca Audumla
mientras ésta descongela a Buri. Por Nicolai
Abraham Abildgaard, 1790.
Cuando la escarcha siguió goteando, se formó una vaca llamada Audumla. De sus ubres manaban cuatro ríos de leche, sustento de Ymir. La vaca, por su parte, se alimentaba lamiendo las piedras de escarcha, que estaban saladas. El primer día que lamió las piedras, salió de ellas la cabellera de un hombre. El segundo día, su cabeza. Finalmente, el tercer día apareció el hombre completo. Su nombre era Buri, y era hermoso, grande y fuerte.
Buri tuvo un hijo llamado Bor, quien se casó con una mujer que se llamaba Bestla y era hija del gigante Boltorn. De esta unión nacieron tres hijos: Odín, Vili y Ve. Cuando crecieron, los tres hermanos se enfrentaron al enorme Ymir y lograron darle muerte. Tanta sangre manó de sus heridas que se ahogaron en ella todos los gigantes salvo uno, llamado Bergelmir por los miembros de su malvada raza. Éste se subió con su mujer al tarimón de un molino y se salvó así de la muerte. Engendraría después a otros gigantes, perpetuando así su especie.
Tras derrotar a Ymir, los tres dioses tomaron su cadáver y lo situaron en mitad del Ginnungagap. Construyeron el mundo con sus despojos: la tierra y las montañas fueron hechas con su carne y sus huesos, las nubes fueron moldeadas a partir de sus sesos, los peñascos y las piedras los hicieron con sus dientes y sus muelas y las astillas de sus huesos, mientras que los mares y los ríos fueron llenados con la sangre del gigante. Cuando enormes gusanos comenzaron a devorar la carne del gigante, los dioses los convirtieron en enanos otorgándoles aspecto humano, y desde entonces los enanos moraron en la tierra y en las rocas. Con el descomunal cráneo de Ymir, los dioses hicieron a continuación el cielo y lo pusieron sobre la tierra apoyándolo en cuatro esquinas. Bajo cada una emplazaron a un enano, los cuales darían su nombre a los cuatro puntos cardinales. Finalmente, los dioses tomaron las chispas que caían de Muspel y las situaron en el cielo, tanto por encima como por debajo del cráneo de Ymir, para que alumbraran el cielo y la tierra. Fue a partir de entonces cuando comenzaron a contarse los días y los años.
Nombre de Midgard en una inscripción en nórdico
antiguo en la piedra rúnica de Fyrby.
Los dioses habían dado forma circular a la tierra, alrededor de la cual se extiende el profundo mar. Tierra adentro, los dioses levantaron una empalizada con las pestañas de Ymir para mantener a los gigantes alejados, en las costas, y este recinto fue llamado Midgard, el espacio central. Cuando los hijos de Bor caminaban por la orilla del mar, encontraron dos troncos e hicieron con ellos al primer hombre y la primera mujer. El primero les insufló vida, el segundo les otorgó inteligencia y movimiento, mientras que el tercero les confirió apariencia humana, habla, oído y vista. Sus nombres fueron Ask y Embla, y de ellos desciende el género humano, al que le fue entregado Midgard para que habitara en él. Finalmente, los dioses construyeron para sí un reducto alzado en el centro mismo del mundo y lo llamaron Asgard.
Fuente:
Snorri Sturluson, Edda Menor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario