El combate entre Baal y el dios del infierno

Tras derrotar a Yam y Leviatán, el tirano de siete cabezas, Baal reinó como señor de los dioses y los hombres. Pero el voraz dios Mot, señor del infierno, se opuso a su poder. El dios Mot, la propia muerte, poseía un apetito insaciable y devoraba las almas de los muertos a montones. Envió a sus mensajeros para que comunicaran a Baal su intención de devorar también al rey de los dioses a palmos, a trozos de dos codos. 

Intimidado ante la amenaza del sombrío Mot, Baal accedió a descender a la ciudad de los muertos, erigida en mitad de un pantanoso lodazal. Antes de descender al infierno, no obstante, Baal yació setenta y siete veces con una vaquilla y la montó ochenta y ocho. El animal engendró entonces un sustituto del dios y Baal se encaminó hacia la montaña Kankanay, debajo de la cual se ocultaba el mundo de los muertos. Resginado, el dios de la tormenta alzó la montaña sobre sus manos y descendió al infierno, y entonces los dioses supieron que había muerto y, llorando su muerte, enterraron su cadáver. En manos de Mot, la diosa Shapash, el sol, abrasó el mundo de los dioses y los hombres. 

Afligida, la virgen Anat, diosa de la guerra, buscó un nuevo marido para que reinara en lugar de Baal. Ashera, diosa de los mares y esposa de El, sugirió que Athtar, quien ya había querido reinar en lugar de Baal, le sustituyera. Pero cuando Athtar ascendió al palacio de Baal en las alturas del monte Safón y se sentó en su trono, descubrió que sus pies no llegaban al escabel y su cabeza no alcanzaba el remate. No era digno de gobernar a los dioses, por lo que Anat resolvió descender al infierno en busca de Baal. 

Mot se negó a devolver a la vida a Baal, jactándose de haberlo triturado en su garganta como a un cordero lechal. Furiosa, Anat tomó a Mot de sus vestiduras y lo despedazó con un cuchillo, lo bieldó con un bieldo, lo quemó en el fuego y trituró sus restos con una piedra de molino. Después, esparció lo que quedó del dios por el campo y las aves lo devoraron. Entonces Baal regresó a la vida y se enfrentó a los hijos de Ashera, que se habían opuesto a su reinado. Los golpeó con su alfanje y su maza y los arrastró por la tierra. 

Los días se hicieron meses, y los meses se hicieron años, hasta que a los siete años regresó el dios Mot, pues los dioses no pueden morir. Humillado por el ataque de Anat y el regreso de Baal, Mot trató de intimidar de nuevo al dios, amenazando con devorar a todos los hombres si el rey de los dioses no le entregara a uno de sus hermanos para devorarlos en su lugar. Astutamente, Baal entregó a Mot a sus propios hermanos, los dioses del infierno, y el dios de la muerte devoró a su propia familia sin darse cuenta. La vida prosperó a salvo del dios de la muerte, pero cuando el sombrío Mot se dio cuenta del engaño, furioso, quiso expulsar a Baal de las alturas de Safón.

Baal y Mot combatieron con fiereza. Sus fuerzas estaban igualadas y ambos rodaron por el suelo asestándose violentos golpes. Entonces la diosa Shapash, el sol, señora de los Refaim, intercedió a favor de Baal. Dirigiéndose al dios de la muerte, le hizo comprender que el anciano El jamás aprobaría su reinado y que, de llegar a derrotar a Baal, el padre de los dioses rompería su cetro y volcaría su trono. Así pues, Mot abandonó la lucha y, por lo tanto, ninguno llegó a someter a su enemigo. Desde entonces, Baal reinó para siempre en el mundo de los dioses y los hombres, mientras que Mot siguió ejerciendo su poder sobre los muertos bajo la montaña Kankanay.


Fuente:
Ciclo de Baal.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

jueves, 24 de abril de 2014

El combate entre Baal y el dios del infierno

Tras derrotar a Yam y Leviatán, el tirano de siete cabezas, Baal reinó como señor de los dioses y los hombres. Pero el voraz dios Mot, señor del infierno, se opuso a su poder. El dios Mot, la propia muerte, poseía un apetito insaciable y devoraba las almas de los muertos a montones. Envió a sus mensajeros para que comunicaran a Baal su intención de devorar también al rey de los dioses a palmos, a trozos de dos codos. 

Intimidado ante la amenaza del sombrío Mot, Baal accedió a descender a la ciudad de los muertos, erigida en mitad de un pantanoso lodazal. Antes de descender al infierno, no obstante, Baal yació setenta y siete veces con una vaquilla y la montó ochenta y ocho. El animal engendró entonces un sustituto del dios y Baal se encaminó hacia la montaña Kankanay, debajo de la cual se ocultaba el mundo de los muertos. Resginado, el dios de la tormenta alzó la montaña sobre sus manos y descendió al infierno, y entonces los dioses supieron que había muerto y, llorando su muerte, enterraron su cadáver. En manos de Mot, la diosa Shapash, el sol, abrasó el mundo de los dioses y los hombres. 

Afligida, la virgen Anat, diosa de la guerra, buscó un nuevo marido para que reinara en lugar de Baal. Ashera, diosa de los mares y esposa de El, sugirió que Athtar, quien ya había querido reinar en lugar de Baal, le sustituyera. Pero cuando Athtar ascendió al palacio de Baal en las alturas del monte Safón y se sentó en su trono, descubrió que sus pies no llegaban al escabel y su cabeza no alcanzaba el remate. No era digno de gobernar a los dioses, por lo que Anat resolvió descender al infierno en busca de Baal. 

Mot se negó a devolver a la vida a Baal, jactándose de haberlo triturado en su garganta como a un cordero lechal. Furiosa, Anat tomó a Mot de sus vestiduras y lo despedazó con un cuchillo, lo bieldó con un bieldo, lo quemó en el fuego y trituró sus restos con una piedra de molino. Después, esparció lo que quedó del dios por el campo y las aves lo devoraron. Entonces Baal regresó a la vida y se enfrentó a los hijos de Ashera, que se habían opuesto a su reinado. Los golpeó con su alfanje y su maza y los arrastró por la tierra. 

Los días se hicieron meses, y los meses se hicieron años, hasta que a los siete años regresó el dios Mot, pues los dioses no pueden morir. Humillado por el ataque de Anat y el regreso de Baal, Mot trató de intimidar de nuevo al dios, amenazando con devorar a todos los hombres si el rey de los dioses no le entregara a uno de sus hermanos para devorarlos en su lugar. Astutamente, Baal entregó a Mot a sus propios hermanos, los dioses del infierno, y el dios de la muerte devoró a su propia familia sin darse cuenta. La vida prosperó a salvo del dios de la muerte, pero cuando el sombrío Mot se dio cuenta del engaño, furioso, quiso expulsar a Baal de las alturas de Safón.

Baal y Mot combatieron con fiereza. Sus fuerzas estaban igualadas y ambos rodaron por el suelo asestándose violentos golpes. Entonces la diosa Shapash, el sol, señora de los Refaim, intercedió a favor de Baal. Dirigiéndose al dios de la muerte, le hizo comprender que el anciano El jamás aprobaría su reinado y que, de llegar a derrotar a Baal, el padre de los dioses rompería su cetro y volcaría su trono. Así pues, Mot abandonó la lucha y, por lo tanto, ninguno llegó a someter a su enemigo. Desde entonces, Baal reinó para siempre en el mundo de los dioses y los hombres, mientras que Mot siguió ejerciendo su poder sobre los muertos bajo la montaña Kankanay.


Fuente:
Ciclo de Baal.

No hay comentarios:

Publicar un comentario