Los doce trabajos de Hércules, última parte: Los seis últimos trabajos de Hércules y su ascensión al monte Olimpo

Como séptimo trabajo, Euristeo ordenó a Hércules llevar el toro de Creta a las puertas de la ciudad. Esta bestia había surgido del mar por mandato de Poseidón para que el gran rey Minos la sacrificara en su honor. Pero cuando Minos contempló al toro, maravillado por su apariencia, decidió sacrificar otro animal. Como castigo, Poseidón volvió al toro salvaje y violento y, además, hizo que Pasífae, la esposa de Minos, cayera enamorada del animal y deseara unirse con él. Así pues, Pasífae encargó al inventor Dédalo crear una vaca de madera en la cual ella pudiera esconderse y atraer al toro. De la unión antinatural de Pasífae y el toro de Poseidón nació el terrible Minotauro, de nombre Asterión, una bestia mitad hombre, mitad toro. 

Cuando Hércules llegó a Creta, acudió al rey Minos en busca de ayuda para llevar a cabo su misión, pero éste se negó a escucharlo. Así pues, Hércules sometió al salvaje toro de Poseidón con sus propias manos, sin ayuda de nadie. Montado sobre su lomo, el héroe obligó a la bestia cruzar a nado el mar y, de regreso en Micenas, le mostró el toro al rey Euristeo. A continuación, Hércules liberó a la bestia, que se estableció en Maratón, donde años después moriría a manos de Teseo. 


 Hércules somete al toro de Creta. Cerámica del siglo V a.C.

Como octavo trabajo, Euristeo ordenó a Hércules llevarle las yeguas del rey Diomedes, hijo de Ares. El belicoso rey Diomedes alimentaba a sus yeguas con carne humana, por lo que éstas se habían vuelto extremadamente violentas. Para hacerse con las yeguas, Hércules reunió una tripulación y partió a Tracia junto a su compañero Abdero, hijo de Hermes. Allí, Hércules redujo a los guardias de los establos y capturó a los animales. Sin embargo, cuando el rey Diomedes descubrió el robo, reunió a sus hombres y acudió a los establos para enfrentarse a los ladrones. Hércules dejó a Abdero a cargo de las yeguas y, tras capturar a Diomedes, obligó a sus hombres a huir. Cuando Hércules regresó del combate, descubrió que Abdero había perdido el control de las yeguas y éstas lo habían destrozado. Afligido, el héroe enterró los restos de su compañero en aquel mismo lugar y fundó la ciudad de Abdera en su memoria. Tras hacerse con las yeguas, Hércules les dio de comer la carne del propio Diomedes, liberándolas así de su locura. Finalmente, antes de liberarlas, Hércules llevó a las yeguas ante el rey Euristeo. 


Hércules se hace con las yeguas de Diomedes.
Mosaico romano del siglo III a.C.

Como noveno trabajo, Euristeo ordenó a Hércules buscar el cinturón de guerra de Hipólita, la reina de las Amazonas. Las Amazonas, feroces guerreras, habitaban a orillas del río Termodonte. Según su costumbre, tan sólo criaban niñas, y se oprimían el pecho derecho para que no les impidiera disparar con el arco y las flechas. Tras reunir una tripulación, Hércules navegó hasta el puerto de Temiscira, la principal ciudad de las Amazonas. Allí, la reina Hipólita visitó el barco de Hércules con la intención de averiguar la razón de su visita, y. cuando Hércules le contó el motivo de su llegada, la reina prometió entregarle el cinturón, que había pertenecido al propio Ares. Sin embargo, la diosa Hera, haciéndose semejante a una de las Amazonas, convenció a las demás de que Hércules quería secuestrar a su reina. Así pues, las Amazonas tomaron sus armas y atacaron a caballo la nave del héroe. Cuando éste las vio armadas, creyendo que se trataba de una trampa, mató a Hipólita, le arrebató el cinturón y combatió con fiereza a las Amazonas. 


Hércules combate a las Amazonas, que tienen la piel 
clara correspondiente a las mujeres pero visten armadura 
y portan armas. Cerámica del siglo VI a.C.

De regreso a Micenas, Hércules se detuvo en la costa de Troya. Allí encontró abandonada a una muchacha llamada Hesíone. Ésta había sido expuesta por Laomedonte, su propio padre, como pasto para un monstruo marino enviado por Poseidón. Tras pedir a Laomedonte sus magníficas yeguas, regalo de Zeus, a cambio del rescate de su hija, Hércules mató al monstruo y salvó a Hesíone. Pero el rey no quiso pagar lo estipulado, y aunque Hércules regresó a Micenas con el cinturón de Hipólita, jamás olvidó aquella traición. 

Tiempo después de realizar el último de los trabajos de Euristeo, reunió un ejército y navegó hacia Troya con dieciocho naves. Una vez allí, dejó sus naves bajo la vigilancia de Oícles y partió contra la ciudad. Aprovechando su partida, Laomedonte ordenó a sus hombres prender fuego a las naves del héroe, pero los compañeros de Oícles los rechazaron. Junto con Telamón, padre de Áyax, Hércules abrió una brecha en la muralla de Troya y tomaron la ciudad. Una vez dentro, Hércules abatió con sus flechas a Laomedonte y a todos sus hijos salvo Príamo, futuro padre del gran héroe troyano Héctor. Entonces Hércules entregó como esposa a Hesíone a Telamón. 

Como décimo trabajo, Euristeo ordenó a Hércules hacerse con las vacas de Gerión, hijo del gigante Crisaor que vivía cerca del Océano en la isla de Eritia, llamada Gadira posteriormente. Gerión tenía la corpulencia de tres hombres juntos, fundidos en uno por la cintura pero separados en tres a partir de los flancos y muslos. Exterminando temibles fieras salvajes a su paso, Hércules cruzó Europa en busca de su ganado. A su paso por Tartessos, erigió dos columnas simétricas sobre los montes de Europa y Libia, y durante su viaje, abrasado por el sol, llegó a apuntar al dios Helios con su arco con la intención de abatirlo. Helios, admirado por su valor, le entregó la copa de oro en la que, cada noche, surcaba los mares de regreso a su palacio en el este. 

Montado en la copa de oro de Helios, Hércules navegó hasta Eritia. Ya en la isla, mató a mazazos al boyero Euritión y a Orto, un perro de dos cabezas, los cuales vigilaban el ganado de Gerión. Cuando el monstruoso Gerión fue alertado del suceso, se enfrentó a Hércules, pero el héroe logró darle muerte atravesándolo con sus flechas. A continuación, Hércules embarcó las vacas en la copa de Helios y navegó de regreso a Tartessos, donde devolvió la copa al dios. Hércules condujo el ganado de Gerión de regreso a Micenas. Sin embargo, Yalebión y Dercino, hijos de Poseidón, lograron robarle las vacas. Tras matar a los ladrones y recuperar el ganado, Hércules perdió a un toro que, cruzando Italia, llegó al llano del rey Érix. 


Hércules combate a Gerión, armado con tres escudos 
y tres yelmos. Cerámica del siglo VI a.C.

Después de confiar el resto del ganado al dios Hefesto, Hércules partió en busca de Érix, hijo de Poseidón, quien se negó a devolverle el toro si no era capaz de vencerlo en un combate. Así pues, Hércules se enfrentó a él a puñetazos y, tras derrotarlo tres veces seguidas, finalmente acabó con su vida. Habiendo recuperado el toro, Hércules guió el ganado hacia el mar Jonio, pero allí un tábano enviado por Hera hizo que las vacas se dispersaran. Hércules tan sólo pudo recuperar una parte del ganado y, después de entregarle las vacas restantes a Euristeo, el rey las sacrificó a Hera. 

Tras ocho años y un mes de interminables viajes y violentos combates, Hércules había realizado todos los trabajos del rey Euristeo. Sin embargo, Euristeo no aceptó el trabajo de los establos del rey Augias, ya que Hércules había pedido una recompensa a cambio de su labor. Tampoco reconoció el trabajo de la hidra puesto que Yolao había ayudado a Hércules a dar muerte a la serpiente. Así pues, el rey ordenó a Hércules dos nuevos trabajos. 

Como undécima labor, Euristeo ordenó a Hércules llevarle las manzanas doradas del jardín de las Hespérides, obsequio de la diosa Gea a Zeus como regalo de bodas. Las manzanas de oro estaban custodiadas por Ladón, un dragón inmortal de cien cabezas. También las vigilaban las las ninfas Hespérides, hijas de la antigua diosa Noche. Para averiguar la ubicación del jardín de las Hespérides, Hércules consultó a las ninfas del río Erídano, hijas de Zeus y Temis, quienes le aconsejaron que atrapara al anciano dios Nereo para sonsacarle el paradero del jardín de las Hespérides. Así pues, el héroe buscó y apresó al dios mientras dormía, y, a pesar de que éste adoptó todo tipo de formas para escaparse, logró inmovilizarlo y atarlo. Cuando averiguó dónde podría encontrar las manzanas, lo liberó y partió hacia Libia. 

Reinaba en Libia el corpulento Anteo, quien mataba a los extranjeros y utilizaba sus calaveras para techar el templo de su padre, Poseidón. Por ser también hijo de Gea, Anteo era invencible cuando tocaba la tierra. Viéndose obligado a pelear con Anteo, Hércules lo levantó en una presa y, reteniéndolo en el aire, lo aplastó hasta que murió. Después de Libia, Hércules atravesó Egipto, donde reinaba el rey Busiris, hijo de Poseidón. Para devolver la fertilidad a las tierras de su reino, el faraón Busiris sacrificaba a los extranjeros en el altar de Zeus. Aunque Hércules fue apresado y llevado a los altares, logró romper sus ataduras y mató a Busiris y a su hijo Anfidamante. Tras atravesar Arabia y matar a Ematión, hijo de Titono, amante de Eos, Hércules caminó a través de Libia hasta el mar Exterior. Allí, una vez más, Hércules recibió la copa de Helios, en la cual navegó hasta el gélido Cáucaso, donde se encontraba Prometeo. 


Hércules navega a bordo de la copa de Helios.
Cerámica del siglo IV a.C.

Un águila devoraba el hígado de Prometeo cada día desde que el titán fuera encadenado por entregar el fuego de los dioses a los hombres. Acercándose al titán, Hércules dio muerte al águila con sus flechas. Prometeo fue entonces liberado de su tormento, pues el centauro Quirón había renunciado a su inmortalidad a cambio de su libertad. En agradecimiento por la ayuda de Hércules, Prometeo le aconsejó que no tratara de coger las manzanas él mismo. En vez de ello, debería pedirle al titán Atlas, que sostenía la bóveda celeste cerca del jardín de las Hespérides, que lo hiciera por él. 

Así pues, cuando Hércules encontró a Atlas, se ofreció a sostener el cielo en su lugar hasta que el titán regresara con las manzanas. Cuando el titán volvió con las manzanas, no obstante, se negó a soportar la bóveda de nuevo. Pero Hércules logró engañar al titán diciéndole que deseaba colocarse una almohadilla en la cabeza para soportar mejor el peso del cielo. Oído aquello, Atlas dejó las manzanas en el suelo y recibió la bóveda celeste para permitir al héroe acomodarse. Entonces, Hércules recogió las manzanas y regresó a Micenas, donde se las enseñó a Euristeo. A continuación, Hércules entregó las manzanas a la diosa Atenea, quien las llevó de vuelta al jardín, el único lugar apropiado para ellas. 


Hércules en el jardín de las Hespérides. 
Mosaico romano del siglo III.

Como último trabajo, el rey Euristeo ordenó a Hércules traer al temible Cerbero desde el inframundo. Cerbero, perro guardián de las puertas del Hades, tenía tres cabezas, cola de serpiente y multitud de cabezas también de serpiente a lo largo del lomo. Para descender al inframundo, Hércules se adentró en la cueva de Ténaro, en Lacedemonia. Tras un arduo descenso, Hércules se encontró con las almas de los muertos en la oscuridad. Cuando las almas vieron al héroe, huyeron de él, excepto las de Meleagro y la Gorgona Medusa. Desenvainando su espada, Hércules se lanzó contra la Gorgona, pero se detuvo cuando Hermes le indicó que se trataba tan sólo una forma vacía. 

Cuando se hallaba ya cerca de las puertas del Hades, Hércules encontró a Teseo y a Pirítoo, prisioneros del inframundo aun estando vivos. Junto con Teseo, Pirítoo había descendido al inframundo con la imprudente intención de pedir en matrimonio a Perséfone, la esposa del dios Hades. Ofendido ante tal atrevimiento, el dios de los muertos invitó a Teseo y a Pirítoo a sentarse en unas sillas, de donde ya no pudieron volver a levantarse. Hércules pudo separar a Teseo de su asiento tirando de él. Sin embargo, cuando intentó liberar a Pirítoo, la tierra comenzó a temblar, de modo que el héroe se vio obligado a abandonarlo. En su descenso al inframundo, Hércules liberó también a Ascálafo, quien había delatado a Perséfone cuando ésta se comió una semilla de granada y, por tanto, quedó ligada de por vida al mundo inferior.

Queriendo suministrar sangre a las almas de los muertos para que recuperaran su consciencia, Hércules degolló una de las vacas de Hades. Menetes, que apacentaba el ganado de Hades, desafió a Hércules a un combate, pero éste lo atrapó por la cintura y le quebrantó los flancos. Finalmente, el héroe se presentó ante Hades, dios del inframundo. Hades le permitió llevarse a Cerbero siempre y cuando lo redujera sin hacer uso de las armas que llevaba. Así pues, cuando Hércules encontró a Cerbero a las puertas del Aqueronte, se lanzó hacia él completamente desarmado. Echó las manos alrededor de las cabezas del perro y no lo soltó a pesar de resultar mordido por una de sus bocas de serpiente. Hércules estranguló a Cerbero hasta que éste cedió y, tras conducirlo hasta el mundo de los vivos, se lo mostró a Euristeo. 


Hércules lleva a Cerbero ante el asustado Euristeo, 
oculto en su tinaja de bronce. Cerámica del siglo VI a.C.

Tras llevar a cabo los doce trabajos que Euristeo le encomendó, Hércules quedó libre de su servicio al rey. Como premio por sus hazañas, los dioses otorgaron a Hércules el don de la inmortalidad, que habría de reclamar a su muerte, tras años de interminables conquistas y después de proteger el monte Olimpo de la invasión de los gigantes nacidos de Gea. Así, cuando Hércules murió, mientras su cuerpo se consumía en su pira funeraria, una nube de tormenta se puso debajo y, tronando, lo elevó hacia el cielo. Hércules se convirtió entonces en dios y, tras reconciliarse con Hera, se casó con su hija, la bella y jovial diosa Hebe. Desde entonces, habitó junto a los dioses en la cima del monte Olimpo, y los hombres levantaron numerosos templos en su honor.



Fuente:
Apolodoro, Biblioteca Mitológica.

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jueves, 27 de marzo de 2014

Los doce trabajos de Hércules, última parte: Los seis últimos trabajos de Hércules y su ascensión al monte Olimpo

Como séptimo trabajo, Euristeo ordenó a Hércules llevar el toro de Creta a las puertas de la ciudad. Esta bestia había surgido del mar por mandato de Poseidón para que el gran rey Minos la sacrificara en su honor. Pero cuando Minos contempló al toro, maravillado por su apariencia, decidió sacrificar otro animal. Como castigo, Poseidón volvió al toro salvaje y violento y, además, hizo que Pasífae, la esposa de Minos, cayera enamorada del animal y deseara unirse con él. Así pues, Pasífae encargó al inventor Dédalo crear una vaca de madera en la cual ella pudiera esconderse y atraer al toro. De la unión antinatural de Pasífae y el toro de Poseidón nació el terrible Minotauro, de nombre Asterión, una bestia mitad hombre, mitad toro. 

Cuando Hércules llegó a Creta, acudió al rey Minos en busca de ayuda para llevar a cabo su misión, pero éste se negó a escucharlo. Así pues, Hércules sometió al salvaje toro de Poseidón con sus propias manos, sin ayuda de nadie. Montado sobre su lomo, el héroe obligó a la bestia cruzar a nado el mar y, de regreso en Micenas, le mostró el toro al rey Euristeo. A continuación, Hércules liberó a la bestia, que se estableció en Maratón, donde años después moriría a manos de Teseo. 


 Hércules somete al toro de Creta. Cerámica del siglo V a.C.

Como octavo trabajo, Euristeo ordenó a Hércules llevarle las yeguas del rey Diomedes, hijo de Ares. El belicoso rey Diomedes alimentaba a sus yeguas con carne humana, por lo que éstas se habían vuelto extremadamente violentas. Para hacerse con las yeguas, Hércules reunió una tripulación y partió a Tracia junto a su compañero Abdero, hijo de Hermes. Allí, Hércules redujo a los guardias de los establos y capturó a los animales. Sin embargo, cuando el rey Diomedes descubrió el robo, reunió a sus hombres y acudió a los establos para enfrentarse a los ladrones. Hércules dejó a Abdero a cargo de las yeguas y, tras capturar a Diomedes, obligó a sus hombres a huir. Cuando Hércules regresó del combate, descubrió que Abdero había perdido el control de las yeguas y éstas lo habían destrozado. Afligido, el héroe enterró los restos de su compañero en aquel mismo lugar y fundó la ciudad de Abdera en su memoria. Tras hacerse con las yeguas, Hércules les dio de comer la carne del propio Diomedes, liberándolas así de su locura. Finalmente, antes de liberarlas, Hércules llevó a las yeguas ante el rey Euristeo. 


Hércules se hace con las yeguas de Diomedes.
Mosaico romano del siglo III a.C.

Como noveno trabajo, Euristeo ordenó a Hércules buscar el cinturón de guerra de Hipólita, la reina de las Amazonas. Las Amazonas, feroces guerreras, habitaban a orillas del río Termodonte. Según su costumbre, tan sólo criaban niñas, y se oprimían el pecho derecho para que no les impidiera disparar con el arco y las flechas. Tras reunir una tripulación, Hércules navegó hasta el puerto de Temiscira, la principal ciudad de las Amazonas. Allí, la reina Hipólita visitó el barco de Hércules con la intención de averiguar la razón de su visita, y. cuando Hércules le contó el motivo de su llegada, la reina prometió entregarle el cinturón, que había pertenecido al propio Ares. Sin embargo, la diosa Hera, haciéndose semejante a una de las Amazonas, convenció a las demás de que Hércules quería secuestrar a su reina. Así pues, las Amazonas tomaron sus armas y atacaron a caballo la nave del héroe. Cuando éste las vio armadas, creyendo que se trataba de una trampa, mató a Hipólita, le arrebató el cinturón y combatió con fiereza a las Amazonas. 


Hércules combate a las Amazonas, que tienen la piel 
clara correspondiente a las mujeres pero visten armadura 
y portan armas. Cerámica del siglo VI a.C.

De regreso a Micenas, Hércules se detuvo en la costa de Troya. Allí encontró abandonada a una muchacha llamada Hesíone. Ésta había sido expuesta por Laomedonte, su propio padre, como pasto para un monstruo marino enviado por Poseidón. Tras pedir a Laomedonte sus magníficas yeguas, regalo de Zeus, a cambio del rescate de su hija, Hércules mató al monstruo y salvó a Hesíone. Pero el rey no quiso pagar lo estipulado, y aunque Hércules regresó a Micenas con el cinturón de Hipólita, jamás olvidó aquella traición. 

Tiempo después de realizar el último de los trabajos de Euristeo, reunió un ejército y navegó hacia Troya con dieciocho naves. Una vez allí, dejó sus naves bajo la vigilancia de Oícles y partió contra la ciudad. Aprovechando su partida, Laomedonte ordenó a sus hombres prender fuego a las naves del héroe, pero los compañeros de Oícles los rechazaron. Junto con Telamón, padre de Áyax, Hércules abrió una brecha en la muralla de Troya y tomaron la ciudad. Una vez dentro, Hércules abatió con sus flechas a Laomedonte y a todos sus hijos salvo Príamo, futuro padre del gran héroe troyano Héctor. Entonces Hércules entregó como esposa a Hesíone a Telamón. 

Como décimo trabajo, Euristeo ordenó a Hércules hacerse con las vacas de Gerión, hijo del gigante Crisaor que vivía cerca del Océano en la isla de Eritia, llamada Gadira posteriormente. Gerión tenía la corpulencia de tres hombres juntos, fundidos en uno por la cintura pero separados en tres a partir de los flancos y muslos. Exterminando temibles fieras salvajes a su paso, Hércules cruzó Europa en busca de su ganado. A su paso por Tartessos, erigió dos columnas simétricas sobre los montes de Europa y Libia, y durante su viaje, abrasado por el sol, llegó a apuntar al dios Helios con su arco con la intención de abatirlo. Helios, admirado por su valor, le entregó la copa de oro en la que, cada noche, surcaba los mares de regreso a su palacio en el este. 

Montado en la copa de oro de Helios, Hércules navegó hasta Eritia. Ya en la isla, mató a mazazos al boyero Euritión y a Orto, un perro de dos cabezas, los cuales vigilaban el ganado de Gerión. Cuando el monstruoso Gerión fue alertado del suceso, se enfrentó a Hércules, pero el héroe logró darle muerte atravesándolo con sus flechas. A continuación, Hércules embarcó las vacas en la copa de Helios y navegó de regreso a Tartessos, donde devolvió la copa al dios. Hércules condujo el ganado de Gerión de regreso a Micenas. Sin embargo, Yalebión y Dercino, hijos de Poseidón, lograron robarle las vacas. Tras matar a los ladrones y recuperar el ganado, Hércules perdió a un toro que, cruzando Italia, llegó al llano del rey Érix. 


Hércules combate a Gerión, armado con tres escudos 
y tres yelmos. Cerámica del siglo VI a.C.

Después de confiar el resto del ganado al dios Hefesto, Hércules partió en busca de Érix, hijo de Poseidón, quien se negó a devolverle el toro si no era capaz de vencerlo en un combate. Así pues, Hércules se enfrentó a él a puñetazos y, tras derrotarlo tres veces seguidas, finalmente acabó con su vida. Habiendo recuperado el toro, Hércules guió el ganado hacia el mar Jonio, pero allí un tábano enviado por Hera hizo que las vacas se dispersaran. Hércules tan sólo pudo recuperar una parte del ganado y, después de entregarle las vacas restantes a Euristeo, el rey las sacrificó a Hera. 

Tras ocho años y un mes de interminables viajes y violentos combates, Hércules había realizado todos los trabajos del rey Euristeo. Sin embargo, Euristeo no aceptó el trabajo de los establos del rey Augias, ya que Hércules había pedido una recompensa a cambio de su labor. Tampoco reconoció el trabajo de la hidra puesto que Yolao había ayudado a Hércules a dar muerte a la serpiente. Así pues, el rey ordenó a Hércules dos nuevos trabajos. 

Como undécima labor, Euristeo ordenó a Hércules llevarle las manzanas doradas del jardín de las Hespérides, obsequio de la diosa Gea a Zeus como regalo de bodas. Las manzanas de oro estaban custodiadas por Ladón, un dragón inmortal de cien cabezas. También las vigilaban las las ninfas Hespérides, hijas de la antigua diosa Noche. Para averiguar la ubicación del jardín de las Hespérides, Hércules consultó a las ninfas del río Erídano, hijas de Zeus y Temis, quienes le aconsejaron que atrapara al anciano dios Nereo para sonsacarle el paradero del jardín de las Hespérides. Así pues, el héroe buscó y apresó al dios mientras dormía, y, a pesar de que éste adoptó todo tipo de formas para escaparse, logró inmovilizarlo y atarlo. Cuando averiguó dónde podría encontrar las manzanas, lo liberó y partió hacia Libia. 

Reinaba en Libia el corpulento Anteo, quien mataba a los extranjeros y utilizaba sus calaveras para techar el templo de su padre, Poseidón. Por ser también hijo de Gea, Anteo era invencible cuando tocaba la tierra. Viéndose obligado a pelear con Anteo, Hércules lo levantó en una presa y, reteniéndolo en el aire, lo aplastó hasta que murió. Después de Libia, Hércules atravesó Egipto, donde reinaba el rey Busiris, hijo de Poseidón. Para devolver la fertilidad a las tierras de su reino, el faraón Busiris sacrificaba a los extranjeros en el altar de Zeus. Aunque Hércules fue apresado y llevado a los altares, logró romper sus ataduras y mató a Busiris y a su hijo Anfidamante. Tras atravesar Arabia y matar a Ematión, hijo de Titono, amante de Eos, Hércules caminó a través de Libia hasta el mar Exterior. Allí, una vez más, Hércules recibió la copa de Helios, en la cual navegó hasta el gélido Cáucaso, donde se encontraba Prometeo. 


Hércules navega a bordo de la copa de Helios.
Cerámica del siglo IV a.C.

Un águila devoraba el hígado de Prometeo cada día desde que el titán fuera encadenado por entregar el fuego de los dioses a los hombres. Acercándose al titán, Hércules dio muerte al águila con sus flechas. Prometeo fue entonces liberado de su tormento, pues el centauro Quirón había renunciado a su inmortalidad a cambio de su libertad. En agradecimiento por la ayuda de Hércules, Prometeo le aconsejó que no tratara de coger las manzanas él mismo. En vez de ello, debería pedirle al titán Atlas, que sostenía la bóveda celeste cerca del jardín de las Hespérides, que lo hiciera por él. 

Así pues, cuando Hércules encontró a Atlas, se ofreció a sostener el cielo en su lugar hasta que el titán regresara con las manzanas. Cuando el titán volvió con las manzanas, no obstante, se negó a soportar la bóveda de nuevo. Pero Hércules logró engañar al titán diciéndole que deseaba colocarse una almohadilla en la cabeza para soportar mejor el peso del cielo. Oído aquello, Atlas dejó las manzanas en el suelo y recibió la bóveda celeste para permitir al héroe acomodarse. Entonces, Hércules recogió las manzanas y regresó a Micenas, donde se las enseñó a Euristeo. A continuación, Hércules entregó las manzanas a la diosa Atenea, quien las llevó de vuelta al jardín, el único lugar apropiado para ellas. 


Hércules en el jardín de las Hespérides. 
Mosaico romano del siglo III.

Como último trabajo, el rey Euristeo ordenó a Hércules traer al temible Cerbero desde el inframundo. Cerbero, perro guardián de las puertas del Hades, tenía tres cabezas, cola de serpiente y multitud de cabezas también de serpiente a lo largo del lomo. Para descender al inframundo, Hércules se adentró en la cueva de Ténaro, en Lacedemonia. Tras un arduo descenso, Hércules se encontró con las almas de los muertos en la oscuridad. Cuando las almas vieron al héroe, huyeron de él, excepto las de Meleagro y la Gorgona Medusa. Desenvainando su espada, Hércules se lanzó contra la Gorgona, pero se detuvo cuando Hermes le indicó que se trataba tan sólo una forma vacía. 

Cuando se hallaba ya cerca de las puertas del Hades, Hércules encontró a Teseo y a Pirítoo, prisioneros del inframundo aun estando vivos. Junto con Teseo, Pirítoo había descendido al inframundo con la imprudente intención de pedir en matrimonio a Perséfone, la esposa del dios Hades. Ofendido ante tal atrevimiento, el dios de los muertos invitó a Teseo y a Pirítoo a sentarse en unas sillas, de donde ya no pudieron volver a levantarse. Hércules pudo separar a Teseo de su asiento tirando de él. Sin embargo, cuando intentó liberar a Pirítoo, la tierra comenzó a temblar, de modo que el héroe se vio obligado a abandonarlo. En su descenso al inframundo, Hércules liberó también a Ascálafo, quien había delatado a Perséfone cuando ésta se comió una semilla de granada y, por tanto, quedó ligada de por vida al mundo inferior.

Queriendo suministrar sangre a las almas de los muertos para que recuperaran su consciencia, Hércules degolló una de las vacas de Hades. Menetes, que apacentaba el ganado de Hades, desafió a Hércules a un combate, pero éste lo atrapó por la cintura y le quebrantó los flancos. Finalmente, el héroe se presentó ante Hades, dios del inframundo. Hades le permitió llevarse a Cerbero siempre y cuando lo redujera sin hacer uso de las armas que llevaba. Así pues, cuando Hércules encontró a Cerbero a las puertas del Aqueronte, se lanzó hacia él completamente desarmado. Echó las manos alrededor de las cabezas del perro y no lo soltó a pesar de resultar mordido por una de sus bocas de serpiente. Hércules estranguló a Cerbero hasta que éste cedió y, tras conducirlo hasta el mundo de los vivos, se lo mostró a Euristeo. 


Hércules lleva a Cerbero ante el asustado Euristeo, 
oculto en su tinaja de bronce. Cerámica del siglo VI a.C.

Tras llevar a cabo los doce trabajos que Euristeo le encomendó, Hércules quedó libre de su servicio al rey. Como premio por sus hazañas, los dioses otorgaron a Hércules el don de la inmortalidad, que habría de reclamar a su muerte, tras años de interminables conquistas y después de proteger el monte Olimpo de la invasión de los gigantes nacidos de Gea. Así, cuando Hércules murió, mientras su cuerpo se consumía en su pira funeraria, una nube de tormenta se puso debajo y, tronando, lo elevó hacia el cielo. Hércules se convirtió entonces en dios y, tras reconciliarse con Hera, se casó con su hija, la bella y jovial diosa Hebe. Desde entonces, habitó junto a los dioses en la cima del monte Olimpo, y los hombres levantaron numerosos templos en su honor.



Fuente:
Apolodoro, Biblioteca Mitológica.

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