Tras asesinar a sus propios hijos ofuscado por obra de la diosa Hera, Hércules acudió al palacio del rey Tespio, donde fue purificado tras haber cometido un crimen tan atroz. A continuación, partió a Delfos para preguntar al oráculo dónde habría de establecerse en el futuro. Allí, la Pitia le indicó que debería llevar a cabo una serie de trabajos al servicio de Euristeo, rey de Tirinto, tras los cuales ganaría la inmortalidad y renombre eterno.
Cuando el héroe llegó a Tirinto, en primer lugar, el rey Euristeo le ordenó hacerse con la piel
del temible león de Nemea, hijo del gigantesco
monstruo Tifón. Para que el león no
escapara por una de las dos bocas de la cueva, Hércules bloqueó una de las
salidas y entró por la otra. Al enfrentarse a la bestia, el héroe descubrió que su piel era invulnerable a las flechas y las espadas. Así pues, aturdió al león golpeándolo con su garrote y después lo estranguló con sus propias
manos. Tras dar muerte al monstruo, Hércules llevó su cadáver ante el rey Euristeo, el cual, asustado por la su horrendo aspecto, le ordenó que a partir de
entonces exhibiera sus trofeos a las puertas de la ciudad. Antes de su
siguiente trabajo, Hércules desolló al león con sus propias garras, ya que era invulnerable a cualquier otra arma, y se cubrió con la piel de la bestia utilizando la apertura de su boca como yelmo. Obtuvo así una
protección impenetrable.
El segundo trabajo que Euristeo encomendó a Hércules
fue matar a la hidra de Lerna, una serpiente de agua gigante con nueve cabezas.
Montado en un carro de combate conducido por su sobrino Yolao, Hércules acudió
a la madriguera de la hidra. Cuando la hidra abandonó su guarida, Hércules
comenzó a aplastar sus cabezas golpeándolas con su garrote. Sin embargo, de cada cabeza aplastada nacían dos
nuevas, por lo que el héroe pronto se vio rodeado por las múltiples bocas del dragón. Mientras intentaba defenderse de las cabezas de la hidra, además, la
diosa Hera envió un enorme cangrejo contra él. El cangrejo le mordió en un pie, aunque el héroe logró aplastarlo. Entonces, Yolao le ayudó a derrotar a la hidra. Mientras Hércules
aplastaba las cabezas de la hidra, su sobrino abrasaba con tizones las cabezas
que renacían de las heridas. Así, finalmente, Hércules arrancó la última cabeza de
la hidra, que era inmortal, y la enterró bajo una pierda junto a un camino. A continuación, abrió el cuerpo de la serpiente y envenenó la punta de sus flechas
mojándolas en su bilis.
Como tercer trabajo, el rey Euristeo ordenó a Hércules capturar y llevar a Micenas a la cierva de Cerinia. La cierva de Cerinia, que tenía los cuernos dorados, estaba consagrada a la diosa Artemisa y por esa razón no se le podía dar caza. Hércules, que no podía por tanto abatir al animal con sus flechas, corrió tras ella con la intención de atraparla, pero la cierva resultó ser mucho más veloz que él. No obstante, el héroe poseía una fuerza sobrehumana, de modo que corrió tras la cierva sin parar durante días y noches hasta que, rendido de agotamiento, el animal cayó exhausto. Hércules capturó a la cierva finalmente, pero al hacerlo ofendió a Artemisa, quien descendió del Olimpo junto con su hermano Apolo y le arrebató al animal de las manos. Sin embargo, Hércules apaciguó la cólera de Artemisa y recuperó a la cierva tras explicar a los dioses el motivo de su captura. Entonces, tras llevar a la cierva ante Euristeo, la dejó en libertad.
Como cuarto trabajo, el rey Euristeo ordenó a Hércules traer con vida al violento jabalí del monte Erimanto. En su búsqueda del jabalí, Hércules se hospedó con el centauro Folo, que vivía en una cueva situada al sur de la guarida de la bestia. El centauro ofreció de buen gusto carne asada a su invitado. Él, en cambio, como criatura salvaje, la comía cruda. Lo que Folo no le ofreció fue el vino de la tinaja común de los demás centauros, pues temía enfurecerlos. Sin embargo, Hércules terminó por convencer a su anfitrión, quien destapó la tinaja y le ofreció beber de su interior. Entonces, al percibir el aroma del vino, furiosos, los demás centauros irrumpieron en la cueva de Folo armados con pesadas piedras y blandiendo troncos de abeto. Hércules ahuyentó a los primeros centauros que entraron en la cueva lanzándoles brasas y, cuando los demás huyeron, los persiguió hasta Malea acosándolos con su arco y sus flechas.
Los centauros acudieron a Quirón, hijo de Cronos y maestro de héroes, en busca de ayuda. Cuando el héroe los encontró, disparó una de sus flechas envenenadas contra uno de ellos, pero el proyectil atravesó el brazo del centauro y alcanzó a Quirón. Afligido, Hércules corrió hacia Quirón y le arrancó la flecha, pero la herida del centauro resultó ser incurable, pues el proyectil estaba envenenado con la sangre de la hidra de Lerna. Los demás centauros huyeron del lugar y, padeciendo terribles dolores, Quirón se retiró a su cueva. Aunque el maestro centauro deseaba morir para escapar del dolor, su vida jamás abandonaría sus miembros, pues era inmortal. Así pues, Quirón renunció a su inmortalidad ante Zeus a cambio de la liberación del titán Prometeo, logrando de ese modo escapar del dolor. Al regresar a la cueva del centauro Folo, Hércules descubrió que éste también había muerto, pues inspeccionando una de las flechas de Hércules, Folo se la había clavado accidentalmente, muriendo al instante.
Tras enterrar a su amigo, Hércules continuó con la caza del jabalí. Lo hizo salir de la espesura aturdiéndolo con sus gritos y lo condujo después hacia la espesa nieve. Cuando el jabalí quedó atrapado en la nieve, Hércules lo apresó y lo llevó ante el rey Euristeo. Asustado, Euristeo, que aún recordaba el horrible aspecto del león de Nemea, recibió a Hércules escondido en una tinaja de bronce.
Como quinto trabajo, Euristeo ordenó a Hércules limpiar los establos del rey Augias, hijo del dios Helios, en un solo día. Sin revelarle la orden de Euristeo, Hércules aseguró a Augias que limpiaría los establos a cambio de una décima parte de todos sus rebaños. Augias, que no creyó posible que el héroe fuera capaz de retirar todo el estiércol de los establos en un único día, accedió a su propuesta. Para llevar a cabo aquella labor imposible, Hércules recurrió a su ingenio. En vez de limpiar el estiércol a mano, Hércules desvió el curso de los ríos Alfeo y Peneo y los hizo atravesar el interior de los establos. Pero cuando Augias se enteró de que Hércules había limpiado los establos por mandato de Euristeo, se negó a entregarle la recompensa acordada aduciendo que el héroe en realidad no tenía elección a la hora de limpiarlos. Augias incluso negó que hubiera prometido darle una compensación, y aunque Fileo, el propio hijo de Augias, testificó en favor de Hércules, el rey se negó a cumplir su parte del acuerdo. Finalmente, Augias expulsó a Hércules y a su propio hijo de sus tierras.
Pero Hércules no olvidaría jamás la traición del rey y, años más tarde, tras realizar el último de sus trabajos, reunió un ejército para marchar contra su ciudad. Después de asesinar a los generales del ejército de Augias en una emboscada, tomó su ciudad y mató al rey y a todos sus hijos salvo Fileo. En agradecimiento a éste, quien había testificado en su favor, el héroe le entregó el trono del rey Augias. Además, para brindar prosperidad al reino de Fileo, Hércules fundó los primeros Juegos Olímpicos, que tendrían lugar cada cuatro años.
El sexto trabajo que Euristeo encomendó a Hércules fue expulsar a las aves devoradoras de hombres del lago Estinfalo, que podían atravesar una armadura de bronce o hierro con sus afilados picos. Estas aves, que habitaban las boscosas orillas del lago, eran tan numerosas que Hércules no sabía cómo hacerlas salir a todas de la espesura. Sin embargo, la diosa Atenea acudió en su ayuda y le entregó unas castañuelas de bronce fabricadas por Hefesto, el dios herrero. Tocando los platillos de Hefesto entonces desde lo alto de una montaña que se alzaba junto a la laguna, el héroe logró a asustar a las aves. Cuando las aves abandonaron la espesura del bosque, las abatió una a una con su arco y sus flechas.
Para leer sobre los seis últimos trabajos de Hércules, haz click <aquí>.
Fuentes:
Apolodoro, Biblioteca Mitológica.
Teócrito, Idilio XXV.
Ruinas de Micenas y Tirinto, ciudades de la región
de la Argólide, donde reinaba Euristeo.
Hércules estrangulando al león de Nemea.
Vaso de cerámica del siglo V a.C.
Hércules y Yolao combaten a la hidra.
Cerámica del siglo VI a.C.
Como tercer trabajo, el rey Euristeo ordenó a Hércules capturar y llevar a Micenas a la cierva de Cerinia. La cierva de Cerinia, que tenía los cuernos dorados, estaba consagrada a la diosa Artemisa y por esa razón no se le podía dar caza. Hércules, que no podía por tanto abatir al animal con sus flechas, corrió tras ella con la intención de atraparla, pero la cierva resultó ser mucho más veloz que él. No obstante, el héroe poseía una fuerza sobrehumana, de modo que corrió tras la cierva sin parar durante días y noches hasta que, rendido de agotamiento, el animal cayó exhausto. Hércules capturó a la cierva finalmente, pero al hacerlo ofendió a Artemisa, quien descendió del Olimpo junto con su hermano Apolo y le arrebató al animal de las manos. Sin embargo, Hércules apaciguó la cólera de Artemisa y recuperó a la cierva tras explicar a los dioses el motivo de su captura. Entonces, tras llevar a la cierva ante Euristeo, la dejó en libertad.
Como cuarto trabajo, el rey Euristeo ordenó a Hércules traer con vida al violento jabalí del monte Erimanto. En su búsqueda del jabalí, Hércules se hospedó con el centauro Folo, que vivía en una cueva situada al sur de la guarida de la bestia. El centauro ofreció de buen gusto carne asada a su invitado. Él, en cambio, como criatura salvaje, la comía cruda. Lo que Folo no le ofreció fue el vino de la tinaja común de los demás centauros, pues temía enfurecerlos. Sin embargo, Hércules terminó por convencer a su anfitrión, quien destapó la tinaja y le ofreció beber de su interior. Entonces, al percibir el aroma del vino, furiosos, los demás centauros irrumpieron en la cueva de Folo armados con pesadas piedras y blandiendo troncos de abeto. Hércules ahuyentó a los primeros centauros que entraron en la cueva lanzándoles brasas y, cuando los demás huyeron, los persiguió hasta Malea acosándolos con su arco y sus flechas.
Los centauros acudieron a Quirón, hijo de Cronos y maestro de héroes, en busca de ayuda. Cuando el héroe los encontró, disparó una de sus flechas envenenadas contra uno de ellos, pero el proyectil atravesó el brazo del centauro y alcanzó a Quirón. Afligido, Hércules corrió hacia Quirón y le arrancó la flecha, pero la herida del centauro resultó ser incurable, pues el proyectil estaba envenenado con la sangre de la hidra de Lerna. Los demás centauros huyeron del lugar y, padeciendo terribles dolores, Quirón se retiró a su cueva. Aunque el maestro centauro deseaba morir para escapar del dolor, su vida jamás abandonaría sus miembros, pues era inmortal. Así pues, Quirón renunció a su inmortalidad ante Zeus a cambio de la liberación del titán Prometeo, logrando de ese modo escapar del dolor. Al regresar a la cueva del centauro Folo, Hércules descubrió que éste también había muerto, pues inspeccionando una de las flechas de Hércules, Folo se la había clavado accidentalmente, muriendo al instante.
Hércules contra los centauros.
Cerámica del siglo V a.C.
Tras enterrar a su amigo, Hércules continuó con la caza del jabalí. Lo hizo salir de la espesura aturdiéndolo con sus gritos y lo condujo después hacia la espesa nieve. Cuando el jabalí quedó atrapado en la nieve, Hércules lo apresó y lo llevó ante el rey Euristeo. Asustado, Euristeo, que aún recordaba el horrible aspecto del león de Nemea, recibió a Hércules escondido en una tinaja de bronce.
Como quinto trabajo, Euristeo ordenó a Hércules limpiar los establos del rey Augias, hijo del dios Helios, en un solo día. Sin revelarle la orden de Euristeo, Hércules aseguró a Augias que limpiaría los establos a cambio de una décima parte de todos sus rebaños. Augias, que no creyó posible que el héroe fuera capaz de retirar todo el estiércol de los establos en un único día, accedió a su propuesta. Para llevar a cabo aquella labor imposible, Hércules recurrió a su ingenio. En vez de limpiar el estiércol a mano, Hércules desvió el curso de los ríos Alfeo y Peneo y los hizo atravesar el interior de los establos. Pero cuando Augias se enteró de que Hércules había limpiado los establos por mandato de Euristeo, se negó a entregarle la recompensa acordada aduciendo que el héroe en realidad no tenía elección a la hora de limpiarlos. Augias incluso negó que hubiera prometido darle una compensación, y aunque Fileo, el propio hijo de Augias, testificó en favor de Hércules, el rey se negó a cumplir su parte del acuerdo. Finalmente, Augias expulsó a Hércules y a su propio hijo de sus tierras.
Pero Hércules no olvidaría jamás la traición del rey y, años más tarde, tras realizar el último de sus trabajos, reunió un ejército para marchar contra su ciudad. Después de asesinar a los generales del ejército de Augias en una emboscada, tomó su ciudad y mató al rey y a todos sus hijos salvo Fileo. En agradecimiento a éste, quien había testificado en su favor, el héroe le entregó el trono del rey Augias. Además, para brindar prosperidad al reino de Fileo, Hércules fundó los primeros Juegos Olímpicos, que tendrían lugar cada cuatro años.
El sexto trabajo que Euristeo encomendó a Hércules fue expulsar a las aves devoradoras de hombres del lago Estinfalo, que podían atravesar una armadura de bronce o hierro con sus afilados picos. Estas aves, que habitaban las boscosas orillas del lago, eran tan numerosas que Hércules no sabía cómo hacerlas salir a todas de la espesura. Sin embargo, la diosa Atenea acudió en su ayuda y le entregó unas castañuelas de bronce fabricadas por Hefesto, el dios herrero. Tocando los platillos de Hefesto entonces desde lo alto de una montaña que se alzaba junto a la laguna, el héroe logró a asustar a las aves. Cuando las aves abandonaron la espesura del bosque, las abatió una a una con su arco y sus flechas.
Para leer sobre los seis últimos trabajos de Hércules, haz click <aquí>.
Fuentes:
Apolodoro, Biblioteca Mitológica.
Teócrito, Idilio XXV.
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