«¿De qué sirve suplicarle? A él poco le importa si los hombres viven o mueren. Es mejor, por tanto, callar que atraer su atención, ¡pues sólo te enviará males, y no fortuna! Él es sombrío e incapaz de amar, si bien al nacer insufla poder para luchar y matar en el alma de los hombres. ¿Qué más ha de pedir un ser humano a los dioses? [...] En este mundo, los hombres se esfuerzan y luchan en vano, encontrando placer únicamente en el enloquecedor fragor de la batalla.»
Robert E. Howard, La Reina de la Costa Negra.
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