El hombre y los dioses según Benjamin Franklin

«Creo que hay Un Ser Supremo, el más perfecto, Autor y Padre de los propios Dioses. Pues yo sostengo que el Hombre no es el ser más perfecto sino Uno, ya que, como hay tantos Grados de Seres Inferiores a él, así hay también muchos Grados de Seres superiores. Asimismo, cuando extiendo mi imaginación a través y más allá de nuestro Sistema de Planetas, allende las propias Estrellas visibles según han sido establecidas, hacia ese Espacio que es en todo Aspecto infinito, y me lo figuro lleno de Soles como el nuestro, cada uno con un Coro de Mundos moviéndose eternamente a su alrededor, entonces esta pequeña Esfera en que nos movemos parece ser, incluso en mi limitada Imaginación, prácticamente Nada, y yo mismo soy menos aún que nada, de ninguna Relevancia.  
Cuando pienso, así pues, imagino que es signo de una gran Vanidad esperar que aquel que es Supremamente Perfecto fabrique en última instancia una Nimiedad tan insignificante como el Hombre. Lo que es más, puesto que es imposible para mí tener ninguna Idea clara ni contundente de aquello que es infinito e incomprensible, no puedo concebir que Él, el Padre Infinito, espere o requiera de hecho algún tipo de Adoración o Alabanza por nuestra parte, sino que él está INIFINITAMENTE POR ENCIMA DE ELLO. Pero puesto que hay en todos los Hombres algo semejante a un Principio natural que les inclina a la DEVOCIÓN o la Adoración de algún poder invisible; y puesto que los Hombres poseen una Razón superior a la de todos los demás Animales que conozcamos en nuestro Mundo; por todo ello creo que es demandado de mi persona, es mi Deber como un Hombre, rendir Homenaje Divino a ALGO.  
Yo CONCIBO por ello que aquel que es INFINITO ha creado muchos seres o Dioses, vastamente superiores al Hombre, que pueden comprender sus Perfecciones mejor que nosotros, y devolverle una Alabanza más racional y gloriosa. Es esto igual que para los Hombres, entre los cuales la Alabanza de los Ignorantes o de los Niños carece de valor para el ingenioso Pintor o Arquitecto, a quienes honra y complace más bien la Aprobación de Hombres sabios y Artistas.  
Puede ser que estos Dioses creados sean inmortales, o puede que tras muchas Eras ellos cambien y Otros ocupen su Lugar. Comoquiera que sea, imagino que cada uno de éstos nos sobrepasa, sabios y buenos y muy poderosos; y que cada Uno ha fabricado para sí un Sol glorioso asistido por un hermoso y admirable Sistema de Planetas. Es ese Dios sabio y bueno en particular que es Autor y Dueño de nuestro Sistema a quien yo propongo como el Objeto de mi Adoración y mis Alabanzas.  
Y es que concibo que él alberga algunas de esas mismas Pasiones que ha implantado en nosotros, y que, puesto que nos ha dotado de una Razón mediante la cual somos capaces de observar su Sabiduría en la Creación, él es capaz de preocuparse de nosotros, complaciéndose con nuestras Alabanzas y ofendiéndose cuando lo despreciamos o ignoramos su Gloria. Pienso por muchas Razones que él es un buen Ser, y puesto que yo debería ser feliz de contar con un Ser tan sabio, bueno y poderoso como Amigo, ahondaré en qué Manera debo yo buscar su aceptación.  
Junto con la Alabanza que su Sabiduría merece, creo que él se complace en la Felicidad de aquellos a quienes ha creado; puesto que sin Virtud el Hombre no puede alcanzar la Felicidad en este Mundo, y creo firmemente que él se complace al comprobar mi Virtud, porque él se alegra cuando me ve Feliz.  
Y puesto que ha creado tantas Cosas que parecen meramente diseñadas para el Deleite del Hombre, creo que él no se ofende cuando ve a sus Niños solazarse de cualquier manera mediante Ejercicios y Placeres inocentes, y creo que no hay Placer inocente que pueda ser dañino para el Hombre.  
Lo amo así pues, por su Bondad y lo adoro por su Sabiduría.  
Espero no dejar de adorar a mi Dios constantemente, ya que es su Deber, y es todo lo que yo puedo devolverle por sus muchos Favores y gran Bondad hacia mi persona; y espero mostrarme decidido a obrar con virtud, de forma que pueda ser feliz, y que pueda satisfacerle a Él, que se complace de verme a mí feliz. Amén.»

Benjamin Franklin, 20 de noviembre de 1728.

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jueves, 7 de abril de 2016

El hombre y los dioses según Benjamin Franklin

«Creo que hay Un Ser Supremo, el más perfecto, Autor y Padre de los propios Dioses. Pues yo sostengo que el Hombre no es el ser más perfecto sino Uno, ya que, como hay tantos Grados de Seres Inferiores a él, así hay también muchos Grados de Seres superiores. Asimismo, cuando extiendo mi imaginación a través y más allá de nuestro Sistema de Planetas, allende las propias Estrellas visibles según han sido establecidas, hacia ese Espacio que es en todo Aspecto infinito, y me lo figuro lleno de Soles como el nuestro, cada uno con un Coro de Mundos moviéndose eternamente a su alrededor, entonces esta pequeña Esfera en que nos movemos parece ser, incluso en mi limitada Imaginación, prácticamente Nada, y yo mismo soy menos aún que nada, de ninguna Relevancia.  
Cuando pienso, así pues, imagino que es signo de una gran Vanidad esperar que aquel que es Supremamente Perfecto fabrique en última instancia una Nimiedad tan insignificante como el Hombre. Lo que es más, puesto que es imposible para mí tener ninguna Idea clara ni contundente de aquello que es infinito e incomprensible, no puedo concebir que Él, el Padre Infinito, espere o requiera de hecho algún tipo de Adoración o Alabanza por nuestra parte, sino que él está INIFINITAMENTE POR ENCIMA DE ELLO. Pero puesto que hay en todos los Hombres algo semejante a un Principio natural que les inclina a la DEVOCIÓN o la Adoración de algún poder invisible; y puesto que los Hombres poseen una Razón superior a la de todos los demás Animales que conozcamos en nuestro Mundo; por todo ello creo que es demandado de mi persona, es mi Deber como un Hombre, rendir Homenaje Divino a ALGO.  
Yo CONCIBO por ello que aquel que es INFINITO ha creado muchos seres o Dioses, vastamente superiores al Hombre, que pueden comprender sus Perfecciones mejor que nosotros, y devolverle una Alabanza más racional y gloriosa. Es esto igual que para los Hombres, entre los cuales la Alabanza de los Ignorantes o de los Niños carece de valor para el ingenioso Pintor o Arquitecto, a quienes honra y complace más bien la Aprobación de Hombres sabios y Artistas.  
Puede ser que estos Dioses creados sean inmortales, o puede que tras muchas Eras ellos cambien y Otros ocupen su Lugar. Comoquiera que sea, imagino que cada uno de éstos nos sobrepasa, sabios y buenos y muy poderosos; y que cada Uno ha fabricado para sí un Sol glorioso asistido por un hermoso y admirable Sistema de Planetas. Es ese Dios sabio y bueno en particular que es Autor y Dueño de nuestro Sistema a quien yo propongo como el Objeto de mi Adoración y mis Alabanzas.  
Y es que concibo que él alberga algunas de esas mismas Pasiones que ha implantado en nosotros, y que, puesto que nos ha dotado de una Razón mediante la cual somos capaces de observar su Sabiduría en la Creación, él es capaz de preocuparse de nosotros, complaciéndose con nuestras Alabanzas y ofendiéndose cuando lo despreciamos o ignoramos su Gloria. Pienso por muchas Razones que él es un buen Ser, y puesto que yo debería ser feliz de contar con un Ser tan sabio, bueno y poderoso como Amigo, ahondaré en qué Manera debo yo buscar su aceptación.  
Junto con la Alabanza que su Sabiduría merece, creo que él se complace en la Felicidad de aquellos a quienes ha creado; puesto que sin Virtud el Hombre no puede alcanzar la Felicidad en este Mundo, y creo firmemente que él se complace al comprobar mi Virtud, porque él se alegra cuando me ve Feliz.  
Y puesto que ha creado tantas Cosas que parecen meramente diseñadas para el Deleite del Hombre, creo que él no se ofende cuando ve a sus Niños solazarse de cualquier manera mediante Ejercicios y Placeres inocentes, y creo que no hay Placer inocente que pueda ser dañino para el Hombre.  
Lo amo así pues, por su Bondad y lo adoro por su Sabiduría.  
Espero no dejar de adorar a mi Dios constantemente, ya que es su Deber, y es todo lo que yo puedo devolverle por sus muchos Favores y gran Bondad hacia mi persona; y espero mostrarme decidido a obrar con virtud, de forma que pueda ser feliz, y que pueda satisfacerle a Él, que se complace de verme a mí feliz. Amén.»

Benjamin Franklin, 20 de noviembre de 1728.

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